Fausto Masó
el-nacional.com
No hay otro líder como Capriles Radonski en la oposición, pero su futuro dependerá de las elecciones en Miranda y de que se preserve la unidad, una unidad nueva sujeta a reglas distintas de las que rigieron estos meses de la campaña. Demasiados electores rechazan votar en diciembre, esperaban ganar por avalancha el domingo 7 de octubre. Ahora, para rematar, el tema del fraude los desalienta. Una cosa es el ventajismo, el autoritarismo, la arbitrariedad, y otra que los votos de Chávez fueran inventados y que 2 millones de cubanos votaron el 7 de octubre.
La decisión de Capriles de postularse fue un acto de valentía, expresó la convicción de que el futuro dependerá de los triunfadores en diciembre. Recuperar esa fe perdida en el poder del voto requiere aceptar los errores cometidos, el principal, no contar con un mensaje político realmente popular.
La política se alimenta de mentiras. Un embustero como Romney quizá sea el próximo presidente de Estados Unidos; como candidato presidencial ha tratado de alejarse de la extrema derecha del Partido Republicano y colocarse en el centro político. En Venezuela, un candidato que confesase que está perdiendo las elecciones desanimaría a sus seguidores.
Hay que hacer de tripas corazón y tratar de ganar Miranda. Capriles como candidato contaba con el apoyo incondicional de la oposición. Después de las elecciones de gobernador y las de alcaldes entraremos en una nueva etapa, en la cual será imposible imponer un liderazgo semejante a AD o Un Nuevo Tiempo, o al resto de la oposición. Es un panorama complejo. En un futuro a la oposición le tocará no reducirse a la lucha electoral, sino darles respaldo a los que exigen que les cumplan los convenios laborables, les suministren agua, les arreglan las carreteras.
A largo plazo, y si gana Miranda, a Capriles lo ayudará decisivamente su juventud, el identificarse con una renovación de la política. En Argentina, al peronismo lo derrotó un Partido Radical representado por un político decente, Alfonsín, que, sin embargo, como presidente llevó a la ruina al país y le abrió las puertas a un peronismo neoliberal, el de Carlos Menem. Si AD no inventa su Alfonsín, si Pablo Pérez no cuenta con el apoyo incondicional de Un Nuevo Tiempo, si el resto de la oposición no entiende el significado de la victoria de Capriles en las primarias, vegetarán hasta desaparecer, como ha ocurrido con otras fuerzas políticas.
El país votó en las primarias por la renovación de la oposición, lo que no significa echar al cesto el pasado, porque tal actitud sería convalidar el hurto de la historia que ha hecho Chávez con su arbitraria interpretación del pasado. Chávez, nuevo Adán, se proclama heredero de Bolívar y deja de lado a grandes presidentes como López Contreras, Medina Angarita y los de la república civil, obras como la represa del Guri o el Museo de Arte Contemporáneo, la doctrina Betancourt, la OPEP, y el plan de viviendas más exitoso de Venezuela, el desarrollo de la propiedad horizontal.
No refutar el mensaje oficial de que el país era una cueva de ladrones, le da a Chávez una ventaja decisiva. Además, es una gran mentira, porque Venezuela fue una verdadera tacita de plata en buena parte del siglo XX; llegó a ser el país de más alto crecimiento en el mundo, un imán para la emigración europea y un ejemplo deslumbrante para América Latina, dominada por un militarismo reaccionario.
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